2.5.13

"Suddenly" de Lewis Allen

Dossier CINE NEGRO Parte III: En el corazón del cine negro

De repente (1954)

Director: Lewis Allen  
Guión: Richard Sale
Música: David Raksin
Fotografía: Charles G.Clarke




Actores:
Frank Sinatra as John Baron
Sterling Hayden as Sheriff Tod Shaw
James Gleason as Peter "Pop" Benson
Nancy Gates as Ellen Benson
Kim Charney as Peter Benson III (Pidge)

Un nuevo encuentro con David Raksin que nos impresionó tanto con su partitura en Thebig combo. Aquí, el músico hace lo que puede para seguir el ritmo de la acción. Es que Lewis Allen nos mete, como William Wyler lo hará al año siguiente,  en la trama de la familia americana rehén de los malos, como  Horas Desesperadas. Bueno, no exactamente: el malo de Frank Sinatra llega a superar a Humphrey Bogart, lo que no le es tan difícil, visto la floja actuación de ese en la película de William Wyler. Pero el actor-cantante crea en Suddenly una atmósfera sorprendentemente distendida a pesar de la acción violenta y claustrofóbica en la que se desarrolla.    El arranque de las primeras secuencias es prometedor.

La ambientación que ofrece la pequeña localidad llamada  “Suddenly” está bien conseguida: sus casas bajas, el supermercado, sus calles lo bastante anchas para que circulen estos enormes coches que gastan una gasolina tan barata después de esta maldita guerra. Todos se conocen, confían los unos en los otros. Su policía municipal cuida de ellos.  

Tod / Sterling Hayden  Tod, el sheriff, está enamorado de Ellen, viuda de guerra que vive en la casa de la colina con su hijo Pidge y su suegro Benson,  el abuelo jubilado que trabajó en los Servicios Secretos del FBI. En la localidad de Suddenly, o sea “De repente”, no pasa nada desde esta época en que, hace 50 años, de repente, aparecían jugadores, pistoleros…Hoy convendría llamarla “Poco a poco” dice un municipal. Hasta que… Tod reciba la información codificada “Resaca” que anuncia el paso de un tren  a las 17 horas donde viaja el Presidente de los EEUU. Se parará en la localidad,  desde donde un coche le llevará a su rancho.

De repente…  cambia todo: cientos de coches de policía, hombres grises con sombrero bajando de un tren especial, FBI y tutti cuanti… El jefe de este batallón  ha sido subordinado del viejo jubilado Benson. Decide visitarlo y Tod le acompaña hasta la casa de la colina. Ahí los esperan Frank Sinatra y sus dos compinches. Estos, infiltrados como unos agentes más del FBI, (lo que ha sido fácil en los primeros instantes de descontrol general), saben perfectamente quien vive en esta casa. Esta tiene una posición estratégica: la misión para la cual Sinatra está pagado es matar al presidente. Esta intromisión de Tod y el jefe del batallón obligan Sinatra a intentar una nueva estrategia. De repente… todo cambia de nuevo: el ritmo, la trama, los encuadres que conviene asociar a un ambiente claustrofóbico. ¡No tenemos más remedio  que pasar una Hora Desesperada tragando el guión tan machacado de la familia americana rehén de los malos! 

En la época del rodaje de Suddenly, estamos todavía respirando el aire nocivo del macartismo y la Guerra Fría que calienta los ánimos de la población mundial con esta pesadilla de la amenaza nuclear. Que el siniestro Sinatra proyecte matar al presidente de los EEUU no es un guión anodino.  Añadimos una viuda de guerra pacifista,  dos varones protagonistas (Hayden y Sinatra) que compiten en cuanto a medallas, respeto o odio a la jerarquía,  recuerdos de la guerra que han librado para liberar a Europa del fascismo o apropiarse de esta. Completamos con una reflexión, como en Desesperate Hours,  sobre la puesta en juego de los valores conservadores –¿puedo utilizar la violencia, incluso matar para defender lo que es justo?  Acabamos con un discurso sobre la calidad del servicio posventa de las instituciones –“mato al presidente, cinco minutos después tenemos un nuevo… ¿Qué cambiará? Nada”. Al final, tenemos un guión que pasa perfectamente la censura en la medida que el móvil del dinero que mueve Sinatra nos separa de la versión política. Esta visiblemente no interesa a Lewis Allen tanto como dar vueltas con la cámara al carismático Frank Sinatra. « No me pagan para mataros y no me gusta hacer las cosas gratis» avisa el malo de Frank al grupo asustado.
Empieza territorializando el espacio familiar con elegancia y simpatía en su papel de agente del FBI, para transformarse poco a poco en técnico que no quiere que le molesten en su trabajo de  profesional del crimen –dando bofetadas al niño Pete, amenazando de matarlo –hay que reconocer que este niño Pete es bastante inaguantable, hinchado por tantos donuts y helados, gran defensor del orden, que quiere ser sheriff, guardaespaldas del presidente o el mismo presidente.

Nuestro amigo Frank se vuelve furioso, nos ofrece su mirada inquisitorial con estos ojos azules que la coloración en 1986 por Hal Roach Studios transformó en negro (la remasterización en 2009 por Legend Films acaba con la infamia).  El malo simpático, John Baron,  se opone al bueno sheriff Tod, representante del orden y del americano medio, más enamorado de su bandera que de su novia. El malo lo hierre con una bala perdida en una pelea desde el primer encuentro. Esta posición de inferioridad nos permite descubrir a un Sterling Hayden aburrido, soso e inútil,  lo que nos cambia de Teléfono rojo… o   Atraco perfecto de Kubrick o de La jungladel asfalto de John Huston.

Le quedan sus conocimientos psicológicos recibidos en cualquier escuela de policía o, al menos, lo que cabe en su cabeza. Conviene al final representar lo previsible: la inversión de los papeles para que el bueno gane.  La psicología policiaca tiene que funcionar para que Frank / John Baron acabe fulminado a los pies de Tod. Esta imagen del pequeño italiano rastreándose mientras el gran rubio musculoso disfruta de la victoria del bien sobre el mal supera todas las imágenes de los pater familias héroes que defienden su familia rehén de gánsteres como Frederich March en Horas Desesperadas y tantas otras.


Kim Charney / Pidge: ver al otro niño en situación opuesta en The desperate hours

Sin embargo, por encima de todo eso, tres elementos dominan la narración, apoyada a veces por la imagen: el poder de las armas en la educación de Pete, la importancia del liderazgo, el papel de la mujer. El niño se encuentra en el centro de la acción “armamentista” de la película: desde la primera escena, el sheriff Tod regala una pistola de juguete al niño Pidge diciéndole: « ¿si tuvieras una pistola que harías, atracar a un banco? » o « tiene que aprender que las armas no son siempre malas. Depende quien las usa»…Pero su discurso es escalofriante: las armas como defensa frente al agresor es su tema favorito. Se enfrente a  Ellen, la madre de Pidge, viuda de guerra pacifista. Pidge se nutre de los consejos de Tod, Pidge llega a provocar a Frank Sinatra con un tono y unas frases de odio: “traidor” lanza a John Baron y Tod añade: “que merece la cámara de gas”. Pidge llegará a manipular la pistola del abuelo, con su complicidad, a tirar sobre el compinche de John Baron… Este aspecto de la película es realmente molesto y me parece ser el punto de partida de las películas violentas que invaden el cine y la TV los años siguientes. La ética como marca de la alta valoración del arte cinematográfico que señalamos cuando estudiamos el uso que hacen de la violencia una gente como Nicholas Ray o Joseph Losey está totalmente ausente en este tipo de cine que banaliza el “mal” en su sentido de dominación y violencia. La dominación es el otro elemento notable: la que da el arma –con esta, eres Díos dice John Baron –o la que acepta como liderazgo. Cuando Frank Sinatra se presenta como agente del FBI y anuncia la llegada del presidente de los EEUU, las caras se iluminan. Uno reconoce la necesaria protección de este personaje,  considera la jerarquización de las instituciones como un valor indiscutible, está dispuesto a ofrecer su espacio y su tiempo.  Pero el listo de Frank mete el dedo en la llaga: sabéis que si no me obedecéis, uno de vosotros morirá y el atentado no tendrá lugar; ¿estáis dispuestos a morir para salvar al presidente?

Morir, matar, no es asunto de mujer y, además, Ellen no es pacifista sino llena de miedos frente a la violencia de los hombres. Suddenly es una película de hombres y Nancy Gates,la  única mujer de la película. « A ver si dejas de comportarte como una mujer» le dice el abuelo Benson. Una escena ridícula en la cocina es la primera oportunidad para ella: con un largo cuchillo en la mano e ideas insensatas en la cabeza, reprocha a Sinatra / Baron de no tener sentimientos. « No, no los tenemos, nos lo han quitados unos auténticos expertos» le contesta Sinatra mientras le quita tranquilamente el cuchillo. Ellen ha actuado como una mujer. La segunda oportunidad es la buena. Ellen actúa por fin como un hombre, se han soltado los lobos: es ella quien dispara y acaba con la pequeña pesadilla de la familia rehén, la pacifista monta una verdadera carnicería. Ahora empieza para ella la gran pesadilla de una vida fundamentada en la violencia.

Se habla de la influencia de Suddenly sobre el asesinato de Kennedy por Oswald. Se ha especulado sobre la similitud de los atentados,  con el fusil apoyado en el marco de la ventana en un punto estratégico o que Lee Oswald haya visto la película son especulaciones, como el hecho de que Sinatra, avergonzado por este papel de “regicida” quiso comprar las copias de la película y destruirlas después de  la muerte de Kennedy. Un dialogo de Suddenly es bastante llamativa: « nadie ha conseguido matar al presidente» dice el sheriff Tod. « Hasta ahora…» contesta Sinatra / Baron. La otra influencia, ésta reconocida,  es sobre la novela de Richard Condon,  The Manchurian Candidate, que Holltywood adapta en 1962 con… Frank Sinatra en el papel del defensor de la ley. 


Blogs de memento
individuo y sociedad                  cine negro                        más