18.4.13

"He ran all the way" de John Berry


Dossier CINE NEGRO Parte III: En el corazón del cine negro

Yo ame a un asesino (1951)

Director: John Berry acaba de estrenar Tensión-1949, película negra con Richard Basehart y Audrey Totter.
Guión: Dalton Trumbo y Hugo Butler / Guy Encore a partir de una novela de Sam Ross.
Música: Franz Waxman Ha acompañado a John Garfield en numerosas películas pero es,  ante todo, el director musical de Sunset Boulevard (El crepúsculo de los dioses-Billy Wilder-1950) y también Dark City (William Dieterle-1950) después de los Hitchcock: Rebecca, Sospechas, y antes de La ventana indiscreta.
Fotografía: James Wong Howe También ha coincidido con John Garfield en sus pelícuals más importantes y ha  regalado su talento al cine negro: Hangman aslo die (Los verdugos también mueren-Fritz Lang-1943), Confidencial Agent (Herman Shumlin-1945 con Charles Boyer, Lauren Bacall y Peter Lorre), Pursued (Raoul Walsh-1947 con Robert Mitchum), Body and Soul (Cuerpo y alma-Robert Rossen-1947 con John Garfield) y, más tarde, Sweet Smell of Success (Chantaje en Broadway-Alexander Mackendrick-1957 con Burt Lancaster).





La desgracia

John Garfield en el papel de Nick Robey
En una entrevista con Patrick McGilligan, John Berry declara que cuando se rodó la película, « el equipo tenía el sentimiento de que iban a salir de esta[hablando de “la caza de brujas”]; en realidad no sabían lo que iba a pasar… He ran  all the way es una película sobre la desgracia. No es casual. así quería rodar esta historia».
La desgracia: es la historia de Nick quien, como en La llave de cristal de Dashiell Hammett, rompe la llave cuando la entra en la cerradura; no sabe lo que le puede pasar pero de lo que está seguro es de que no hay marcha atrás posible. Está en manos del destino, la lucha es vana y la esperanza una ilusión. 
Nick Robey, un fracasado miedoso e influenciable, vive con su madre, alcohólica y probablemente antigua prostituta,  en un barrio popular. Cuando se dirige  hacia su trabajo el dueño de una empresa,  con un paquete voluminoso lleno  de billetes de dólares de los grandes, basta con tumbarlo y llevarse el paquete, le dice su compinche Al Molin.
Claro, las cosas no son tan simples: aparece el poli, nace el pánico, Molin cae,  mal herido, Nick dispara al poli y corre a refugiarse en la piscina pública con 10 000 dólares en el bolsillo. Ahí, conoce a Peggy Dobb / Shelley Winters,  una chica que, piensa  Nick, puede ser una buena tapadera. Decide  reconducirla a su casa. Peggy, enamorada, le invita. La familia Dobbs, papa Dobbs / Wallace Ford, mama Dobbs / Selena Roye y el hermanito / Bobby Hyat,  le ofrecen la hospitalidad con una cierta reticencia. 
 Nick piensa haber encontrado el nido familiar que echa en falta, haber ganado el afecto de Peggy y la seguridad de un hogar. Pero el pánico no se va así: cuando se entera que Al no ha muerto y que lo han detenido, Nick está convencido de que lo va a denunciar, decide tomar a la familia Dobbs como rehenes. Empieza la tragedia claustrofóbica entre Nick,  que no para de improvisar sobre la marcha,  y la familia Dobbs cuyos miembros actúan cada uno en función de sus pulsiones y sus sentimientos. Las improvisaciones de Nick empeoran las cosas. Esta claro que este mal criado de los barrios pobres, que sueña con la única supervivencia y no con la gloria, no tiene la suerte de su lado. Su ligue con Peggy continúa y toma un rumbo más ambiguo, aumenta la confusión de sentimientos de Nick,  que oscilla entre el deseo físico y sus intereses de seguridad. Pero también Peggy –que no es la tontita ingenua que parece –se  encuentra en una encrucijada entre Nick,  a quien quiere ayudar,  y su padre, dispuesto a todo para impedir que  su hija se marche con este criminal. Todo eso tiene que acabar muy mal…

Una de las mejores secuencias: la bajada hasta la muerte
He ran all the way  se beneficia de la dirección de John Berry que, con unos planos que acentúan la claustrofobia en la casa Dobbs y un montaje nervioso –en particular en la secuencia del atraco –nos  ofrece un modelo dentro del género negro. Una cámara móvil y fluida, unos cambios de escala y un uso de la profundidad de campo denotan el trabajo de reflexión sobre la narración por la imagen y permite acomodarnos con la atmosfera teatral que reina en la casa de la familia Dobbs.  Berry sabe aprovechar la tensión entre los actores John Garfield y Shelley Winters durante el rodaje y traducirla en unos momentos sugestivos con un fuerte contenido físico y psicológico. 
Pensamos en  particular en la secuencia en la piscina que permite apreciar el trabajo de iluminación del agua de la piscina por el director de fotografía James Wong Howe. La iluminación de los últimos planos, faroles y focos, cierran con una fuerza trágica la crueldad de la escena: la lenta muerte de John Garfield bajo la mirada de los demás protagonistas.
La familia rehén



La toma de rehenes, un tema que las grandes y las pequeñas pantallas van a tratar hasta la saciedad, no es todavía muy habitual en el cine negro. Hay que esperar a Suddenly (De repente-Lewis Allen-1954) y sobre todo  Desperate Hours (Horas desesperadas-William Wyler-1955) que tratamos a continuación. Estas películas constituyen el ejemplo más evidente de lo que va pasar –y sigue pasando –en el cine y en tantas series de TV. Los delincuentes son unos gánsteres psicópatas. La familia rehén corresponde a la clásica burguesía asentada que, frente al peligro, sabrá resistir y mantener su maravilloso equilibro de buenos americanos. El padre demuestra ser un héroe, un hijito pasmado delante de tanta valentía, promesa de una siguiente generación todavía más firme y equilibrada frente al desorden posible, la madre,  perfecta ama de casa,  prepara el café para todos, la hija  es bastante bonita como para perturbar la libido de estos peligrosos individuos.  Lo que hace de  He ran all the way  un caso particular, opuesto a estas películas que llegan poco más tarde,  es que  el delincuente solitario y patético de barrio marginal, no tiene otro sueño que la supervivencia. La familia Dobbs,  modesta y religiosa –el padre Dobbs habla de la alegría del labor y de la tranquilidad –enfrentada con una situación imprevista,   descubre que su sueño de armonía puede esfumarse y vivir un daño irreversible.


Cada miembro de la familia va llevar su propia estrategia para acabar con la amenaza que Nick encarna, sin saber lo que es correcto y lo que no lo es. El puritanismo de sus fundamentos de una vida social integrada perfectamente –trabajo, familia, creencia religiosa –se tambalea y nada será nunca como antes.   La comparación con  Desperate Hours salta a la vista:  con un Humphrey Bogart en su peor momento como el malo de la peli y un Frederic March inaguantable en el papel del padre responsable y ejemplar que sabe proteger a su querida familia y mantener los valores de una sociedad puritana: el escritor de la novela  Sam Ross, había denunciado a Joseph Hayes, cuya novela inspira el guión de Desperate Hours, sin conseguir llevarlo a los tribunales. Esta notable diferencia entre las dos obras sitúa la película de John Barry en una  línea, todavía marginal –pero que se volverá culta –desarrollada  por unos cuantos directores y productores  en este principio de la década de los 50. El cine negro cambia sensiblemente de registro: nos alejamos de los detectives y femmes fatales –cuando las hay –de héroes justicieros luchando en contra de la corrupción  de notables u otros tiburones. Están Nicholas Ray con They live by night (Los amantes de la noche), Joseph Losey con The prowler (El merodeador) y un año antes, Ted Tezlaff con The window (La ventana)… Nos invitan a entrar en el templo de  la RKO  con unos protagonistas solitarios, patéticos, en busca de afecto, seguridad y el sueño borroso de un bienestar muy relativo. Pensamos también en los personajes de John Huston en The asphalt jungle (La jungla del asfalto).

La fuerza del guión




Reside ante todo en la descripción de las relaciones humanas y afectivas. Las que tiene Peggy con su familia de la cual quiere independizarse – a  pesar del lazo fuerte, principalmente con el padre – y  con Nick, el primer hombre que le manifiesta un interés. Las que tiene Nick con una sociedad que lo quiere eliminar: vive con una madre que le odia, le pega, la familia Dobbs demuestra su rechazo muy pronto, incluso el hermanito que le quiere pegar. “Nadie quiere a Nadie” dice Nick… exceptuando a Peggy, hasta que ella misma se vuelva el instrumento de su castigo. Los defectos y los límites de cada uno están puestos en evidencia en una magnifica puesta en escena de la condición humana. Los héroes que tanto espera el pequeño Dobbs no existen: Nick no es nada más que un perro rabioso agotado como dice el padre. Sin embargo, es Nick quien despierta  la empatía del espectador que, como la familia Dobbs,  está enfrentado a la crueldad de la realidad y a la miseria que anida en las sociedades “avanzadas”.

Nunca, en el cine negro de esta época, un equipo – director, guionistas, actores principales –llegó a mostrar  este interés para situar al protagonista de una manera tan asfixiante en su medio social, exceptuando Nicholas Ray con Los amantes de la noche.  Nick,  y tampoco Peggy,  pertenecen a los prototipos del género: él actúa desde la desesperación, ella  demuestra una torpeza y una timidez que la sitúan –no sólo en esta película –en   margen de las mujeres del cine negro como Barbara Stanwick o Lauren Bacall. Peggy trabaja en una fabrica de pasteles industriales, se viste y se peina muy mal…, no sabe como actuar después de este encuentro con Nick que la des estabiliza emocionalmente y racionalmente en sus relaciones familiares.

La toma de la familia Dobbs como rehén es, para Nick, la consecuencia del funcionamiento de una máquina implacable: quebranta el individuo, le conduce a forzar a los demás a asegurar su supervivencia.  Aunque las clases populares compartan las mismas dificultades y sufren la dominación por parte de las élites de un sistema injusto, no consiguen federarse ni sentir la necesaria solidaridad por encima de los dogmas religiosos o de la moral hipócrita de turno. En esta encerrona que provoca Nick, él sólo está secuestrado: todos los miembros de la familia siguen con su cotidianidad en el barrio. El jefe de familia se niega –y pide lo mismo a su familia –a probar la comida que Nick encarga con el dinero robado. Amargo, resentido por los prejuicios, las acusaciones de los demás que le devuelven a su soledad, Nick se separa del grupo con la botella de vino: “¡Qué raro! Todo lo que os he pedido es un escondrijo para uno días y nada más… Algo que hubieseis dado hasta a un gato callejero”. 

Un panfleto sobre el macartismo

El guión de Trumbo y Butler aparece así como una metáfora de la situación que ellos mismos están viviendo: la dominación política en su fase más perturbadora, escandalosa para la sociedad estadounidense: el macartismo que les lleva a huir a Méjico. Son pocos los miembros del equipo de la película –Shelly  Winter y James Wong Howe y algunos otros –que no han tenido problemas con la comisión de las Actividades Antiamericanas  (HUAC) instalada por el senador Mac Carthy.
El lazo entre la reflexión que hace  la película  sobre el tema de lo ineluctable y la dimensión trágica de la realidad que vive el equipo en estas fechas es muy llamativo. No se puede hacer abstracción de todos estos eventos que suceden en los meses consecutivos al estreno de He ran all the way en Junio de 1951.
La personalidad del escritor Sam Ross, inmigrante judío ucranio  de ideas izquierdistas, el realismo social de su novela son elementos que atraen a a John Garfield y al productor Bob Roberts que adquieren los derechos en mayo de 1950. Garfield entra en la producción y contrata a John Berry, interesado por su dirección de la película negra Tensión.

La producción fue elaborada en un contexto difícil. Se puede leer una interesante información sobre el proyecto en el libro de Patrick McGrath “John Garfield” p.143. El guionista Dalton Trumbo contratado por los productores redacta el guión a partir de la novela de Ross en el momento en que ingresa en la cárcel de Ashland, para refugiarse después en Méjico. Recordamos en el Dossier Preminger la influencia de este director para reintroducir a Trumbo con su verdadero nombre confiándole el guión de Exodus. Hugo Butler –y en parte Guy Endore –retoman el guión después de un intento fallido por parte de John Barry que reconoce no acertar en sus transformaciones del guión de Trumbo. Butler y su familia se reúnen más tarde con Trumbo en un largo exilio en  Méjico.
Tantos nombres bajo sospechas en la preparación de la película  se tornan en contra de John Garfield que acaba de rodar We were strangers (John Huston-1949) considerado por la Comisión como un panfleto comunista. Red Channels, especializada en la caza anticomunista lo entra en su lista cuando Garfield firma una petición en apoyo a los “Diez de Hollywood”, lista de los condenados que incluye a Trumbo. Para Garfield, con problemas cardiovasculares, el golpe le conduce a invertir todas sus fuerzas en lo que considera ser su última película.
John Barry deja la firma de la película a su asistente Emmett Emerson en el estreno de la película. Esta es su última película en los EEUU antes de huir a Francia. Selena Royle llega  a  rodar tres películas más, dos de ellas pertenecen al género negro: Come fill the cup (Gordon Douglas-1951), Murder is my Beat (Edgar G.Ulmer-1955). El co-productor Bob Roberts ha huido hace tiempo a Gran Bretaña.



John Garfield pasa delante de la Comisión de las Actividades Antiamericanas en Abril de 1951 mientras otros cineastas que le son tan familiares como Edward Dmytryk o Elia Kazan delatan a sus compañeros para liberarse –John Berry fue delatado por Dmytryk. Los estudios de Hollywood lo transforman en paria, no le ofrecen ningún contrato mientras publican unos anuncios para encontrar actores “en el estilo de John Garfield”. El actor nos ofrece el último plano de su magnifica carrera con este final de la película, destrozado por los ataques continuos de algunos siniestros individuos  de su gremio y de medios de comunicación y de otros menos siniestros pero que se comportaron como el padre Dobbs.



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