28.4.17

"Blind Date" (Chance Meeting)- Joseph Losey



¿Qué pensamientos atraviesan la mente de estos dos hombres? ¿Cómo las imágenes se transforman pasando del uno al otro? ¿A qué velocidad?





 Clave del enigma (La)  1959   

Director: Joseph  Losey  

Guión:   Ben Barzman / Leigh Howard (novella

Música:  Richard Rodney Bennett

Fotografía:  Christopher Challis

MontajeReginald Mills

Productor:  David Deutsch UK
Actores:
Hardy Krüger es Jan Van Rooyer
Stanley Baker es Inspector Morgan
Micheline Presle es Jacqueline Cousteau
John Van Eyssen es Westover, colega de Morgan



No hay nada dentro de lo negro que no haya sido ya antes en la luz” oímos en la primera película de Joseph Losey, The Boy with Green Hair (1948). Sin lugar a duda, las zonas oscuras del enigma de Blind Date corresponden a algo que se alumbró en la mente de una o más personas a una hora precisa. Sin embargo, todo se podría aclarar a partir  de la frase inversa de la primera: “No hay nada en la luz cada vez más blanca de una sucesión de flashbacks que no salga de la mente oscura de uno u de otro, del inspector Morgan o de Jan que le cuenta su (im)probable  historia”…
…¡O de la voluntad de enturbiar la imagen narrativa por parte del mismo Joseph Losey!

Unas reglas de juego ambiguas

Jan tropieza con la cámara


 En un día soleado del principio del verano londinense el tono suave de una flauta se transforma en un ritmo de jazz cuando Jan, tan alegre e impulsivo que su zapato le anticipa cuando baja del autobús, está a punto de tropezar con la cámara de Losey. 
¡Bailando bajo el sol! Claro, Jan sabe que la cámara sigue filmándolo… ¿Cuál es su juego? Llama a una puerta entreabierta, un ramo de violetas en la mano: “¡Jacqueline, Jacqueline!…”. Sin embargo,  Losey nos manda un mensaje subliminal: Jan no parece no conocer el edificio donde se aloja esta “Jacqueline”, la cual parece ser su amante si nos fijamos en su expresión cuando entra en el dormitorio

 ¡Uahh!... ¡qué cama nos espera!...



Un sobre en su nombre lleno de billetes: a Jan le viene una sonrisa cómplice (¿con la cámara?) Fuego en la chimenea, música de jazz, Jan se tumba en el sofá, oye unos pasos en la escalera: ¡Jacqueline! Alarga su brazo, el ramo de violetas en la mano, en dirección a… dos policías.

Desde esta primera secuencia, el espectador se encuentra inmerso en un océano de informaciones. Algunas se verán cuestionadas en las secuencias siguientes. Otras pueden descolocar a cualquiera por el desfase entre la situación y el comportamiento de los personajes. Por ejemplo, ¿no convendría extrañarse cuando,  más tarde, nos enteraremos (por medio de otro mensaje subliminal) de que una vecina había visto ya anteriormente a Jan entrar en el edificio…? ¿Cómo una primera escena tan luminosa puede ser ensombrecida por una simple reflexión sin que Losey no ve la necesidad de aclararnos?
Además, la secuencia que pondrá en marcha la serie de flashbacks nos permitirá descubrir a una Jacqueline poco acorde con el decorado del apartamento donde Jan se presentó…¡Una lluvia de ambigüedades!  No, ¡Losey no puede engañarnos hasta este punto!  Aceptamos las reglas de su juego y suponemos que Jan es realmente alegre, , vital, profundamente sensible, enamorado … pero muy sospechoso. ¿De qué se puede sospechar a Jan? ¿De la muerte de Jacqueline? No vio su cuerpo en la entrada porque lo tapó con su impermeable, no vio la cara de la muerta porque se desmayó… ¿O sigue jugueteando con la cámara de Losey?

Bueno, ¡quién sabe!... ¿Y si con su sonrisa juvenil, sus muecas delante del espejo y sus desmayos, Jan estuviese engañando al propio Losey?... Tenemos que reconocer que si, entre todos los personajes, alguien es suficientemente poderoso para manejar la potencia de lo falso y tener la clave del enigma, el artista Losey trabaja a la enésima potencia de lo falso diría Orson Welles en una versión de La Dama de Shangai escrita por Gilles Deleuze… A propósito de “La Dama”, aquí tenemos a la femme fatal, además del inspector Morgan y de los flashbacks de los que tenemos que hablar. Los buenos ingredientes del cine negro están servidos… con el toque Losey.


Los pliegues del Inspector Morgan

El guión se ve desviado con ingeniosidad por la cámara de Losey a partir de los encuadres y de los movimientos de los cuerpos en la ocupación del espacio  de tal manera que la historia que cuenta Jan, la progresión de su relación amorosa con Jacqueline hasta la cita en este apartamento, se ve desdoblada o más bien recubierta en transparencia por una posible visión del inspector Morgan. ¿Los amantes protagonistas de una historia que vemos desde la perspectiva de Morgan? ¿Stanley Baker como protagonista absoluto?

Por supuesto, Losey ha calculado el ritmo que conduce a la entrada de Morgan. Los dos policías que le preceden provocan un cambio total en el tono de la película que se transforma en un teatro del absurdo. Un policía prepara un café a Jan después de querer obligarle a tumbarse en el suelo… Teatro por el tono y la situación pero no por la imagen que potencia, en contrapunto, el efecto del cambio: esa juega con los primerísimos planos, los encuadres apretados, íntimos… hasta la entrada del inspector Morgan, muy teatral también, pero con un tono de los más clásicos.  panorámica, profundo picado, todas las luces se encienden. Desde este instante, Baker en su papel de Morgan resfriado, constantemente con un pañuelo o un spray en la mano, inviste el espacio, literalmente lo sitia, de la cocina para servirse un café, al dormitorio y el cuarto de baños que se parecen a una caja de bombones, o se tumbae en los sofás del salón…

Morgan va a plegar la película. Va a doblarla, encerrar en ella a Jan y a Jacqueline y hacer de los amantes unos dobles: los dobla en el espejo del taller de pintura, dobla al infinito a Jan en los espejos del apartamento, como esta serie de flashbacks que se repiten: ¿Y eso es todo? Repite Morgan después de cada flashback en los que Jan le cuenta sobre Jacqueline… o todavía más: en los que Jan, este hijo de un minero holandés, puede vivir, haciendo el amor con una rica mujer francesa…¿Acaso él mismo, Morgan, no es también “hijo de obreros” –lo dice con orgullo a su jefe que le reprocha su falta de diplomacia –él para quien no se puede presentar en el apartamento de una “dama” tan mal vestido como Jan?
Morgan registra, nervioso, el dormitorio de la “dama”: bragas y sujetadores vuelan: hípernervioso, registra también el cuerpo de Jan que se defiende… Las preguntas caen como un hacha, con un tono irónico, cínico:
Quiero conoceros a los dos: ¿cómo le conquisto a usted? Hizo ella el primer paso? Oiga, esta es la casa de una mujer muy cara, ¿cómo una mujer de esta clase pudiera pensar que usted valía la pena?”  
El encuentro con Jacqueline en la galería donde Jan trabaja, el sorprendente otro encuentro en la Tate Gallery con una clase de pintura improvisada: los diálogos se convierten en discusión Jan se muestra agresivo frente a esta mujer tan elegante como fría. 

Micheline Presle en el papel de Jacqueline


Este cuadro me parece vacío, infantil. Hecho para halagar a millonarias frívolas sin criterio. Bien para usted, no para mí… le aconsejo que vaya a ver las obras de la Tate Gallery. Sola… No para quedar bien…. Este cuadro es frío, frío como el hielo”.

-       El hielo también quema” le contesta la mujer
-        
Morgan puede comprender la situación de este hijo de minero… “Eso que describe no es un encuentro, es una colisión…. Continúe… no me tome por un entrometido, no me interesa su vida amorosa pero tengo que saber lo que había entre usted y esta mujer…”

En la Tate Gallery,  ella le dice que está casada con un hombre que colecciona cuadros. Sabe que Jan pinta, que vive en… “Un obrero tendría mejores modales. Si un hombre lleva boina, probablemente es contable. Si parece un futbolista probablemente es un pintor que vive en Chelsea con cien obras maestras debajo de la cama… Supuse que tendría novia. Una joven estudiante de arte, con cola de caballo, calcetines verdes y las uñas sucias”.
Jan en realidad alquila un estudio por horas. Jacqueline quiere que le de clase de dibujo:
 “Si lo que quiere es divertirse, búsquese a otro”: el policía que entra en el apartamento oye esta frase en boca de Morgan que acaba de repetir la última frase de Jan a Jacqueline en el flashback. Sorprendido, el policía está confuso… Losey juega con las ambigüedades pero ahora va a ir más lejos: los flashbacks se vuelven más eróticos, Jacqueline tiene unas reflexiones cada vez más despreciativas sobre la “clase obrera”. Podemos notar la impaciencia y el nerviosismo de Morgan, en sus comentarios sobre ella: “Mira esta habitación (el dormitorio) corresponde a una de estas mujeres que acaban en el depósito. Yo sé de lo que hablo, las conozco (coge una prenda interior encima de la cama)… claro, todo era muy romántico… sigue contando… ¿cuándo la volvió a ver? ¿Cuántas veces venía al estudio?...”. Entonces vuelve la duda sobre el nivel de las ambigüedades: ¿Acaso, la cámara de Losey se ha metido en la cabeza de Morgan? Estos diálogos violentos, estos desprecios hacia la condición de Jacqueline por parte de Jan y recíprocamente, ¿son realmente comentados por Jan o son unas interpretaciones de Morgan?, estas imágenes de torsos desnudos, esta mujer de rodilla… ¿corresponden a la realidad o son fruto de la imaginación de Morgan? ¿Se ha encerrado el inspector en el pliegue que ha creado?
Joseph Losey va a responder pronto: no es una intuición, lo dice explícitamente en el montaje que hace de dos imágenes: un zoom  hacia Jan, en el taller,  confunde su cara con la de Morgan, en el apartamento,  que se aleja en un zoom inverso, a la misma velocidad.
.

Dirección:  la Comisaría


Morgan enseña a Jan una carta suya a Jacqueline que le compromete. Los dos hombres están tumbados en los sofás, frente a la chimenea… Jan le cuenta el último encuentro en un flashback de los más luminosos. El erotismo se centra más en el cuerpo de Jan mientras Jacqueline se quita la ropa, las medias, pasea en combinación (Morgan tiene materia por alimentar su imaginación), se vuelve a vestir. Jan le tira a la cara el dinero que le había puesto Jacqueline en un sobre y le obliga a recogerlos (eso si es de Jan que busca la coartada… aunque a Morgan le puede gustar imaginar a la burguesa humillada recogiendo su dinero en el suelo a los pies de su macho)
Ella se marcha; la cámara se acerca rápidamente de la cara de Jan,  pasa enseguida a la cara de Morgan de la que se aleja a la misma velocidad

Morgan: ¿Eso es todo?, la misma pregunta de siempre



Ahora Morgan sabe a donde ir, tiene datos, algunos de ellos subliminales (¡otros eliminados por la censura franquista!): impone el cambio de decorado y nos hace pasar del apartamento de Jacqueline a la comisaría. Empieza el cine negro:

 Tratará de niño a Jan que se defiende…como un niño que no ha parado de comprometerse… Morgan aprietará más el pliegue sobre Jan: ya no se trata de aplastarle para saber la verdad, sino de protegerle. La situación ha cambiado, el asunto es político, hay unos datos secretos y Morgan estará vigilado con poca discreción  por su colega que tanta alergia le da (spray y pañuelos…). Para Morgan hay que buscar otra pista, la que vislumbra: creará otro pliegue, doblará todavía más… hasta tirar a Jan al suelo, ¿Jan?,  no tan niño si es capaz de meterse en la mente de Morgan… ¿Hasta dónde irán estos dos?...




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