22.9.14

"Where dangers lives"-John Farrow



Donde habita el peligro 1950 

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Director: John  Farrow     

Guión:  Charles Bennett / Leo Rosten (relato)   


Música: Roy Webb   
Fotografía:  Nicholas Musuraca  

Montaje:  Eda Warren   

Dirección artística:  Albert D'Agostino-Ralph Berger 
  
Producción:  Irwin Allen RKO

Actores:






 
Robert Mitchum es Dr. Jeff Cameron-Faith Domergue es Margo Lannington-Claude Rains es Frederick Lannington


Maureen O'Sullivan es Julie Dawn


Charles Kemper es el jefe de policía de Postville
Ralph Dumke es Klauber
Billy House es Bogardus, juez de paz de Postville
Harry Shannon es Dr. Maynard
Philip Van Zandt es Milo DeLong
Jack Kelly es Dr. James Mullenbach, socio de Jeff en el hospital
Lillian West es Mrs. Bogardus
Ray Teal es el sheriff Joe Borden


Como a Robert Ryan, los estudios RKO  abrieron las puertas de la iconografía del cine negro a Robert Mitchum desde 1946 con The locket, seguido por Crossfire, Out of the past, The big steal hasta esta película. Pero, para Howard Hugues, Mitchum tiene que pasarlo mal: algunos de sus personajes son de los que dicen ¿Qué estoy haciendo aquí? (frase que pronuncia en Las fronteras del crimen). Después de ser el médico enfermo, víctima de los enredos de la pareja  Margo y Frederick Lannington, vuelve como enfermero para ser víctima de la cara de ángel que le ofrece Jean Simmons dos años más tarde (Angel Face-). También una historia de suicidio y de niña de papá. Entre estos dos ambientes hospitalarios, este pobre Mitchum sufre todas las torturas posibles por orden del sádico Raymond Burr en His kind of woman (Las fronteras del crimen-1951-John Farrow).
En Where the danger lives, Mitchum interpreta al medico Jeff Cameron. Éste, en vez de seguir ofreciendo rosas blancas a la pálida Julie, enfermera en el mismo hospital, decide mandar unas rosas rojas a la morena Margo que ingresaron una noche en el servicio de urgencias por un intento de suicidio. La moral de la época sobre el tema del suicidio no permite aclarar lo que ha hecho ni lo que le han hecho, probablemente un lavado de estómago.. Jeff la salva, se enamora y consigue su dirección y va a contarle la canción de ¡Qué bello es vivir! Cuando descubre que la lujosa mansión de Margo es donde habita el peligro, ya es muy tarde. ¿Qué ha pasado?


Después de unos días y unas cuantas noches de amour fou, Margo le anuncia que tiene que encontrarse con su padre que acaba de llegar. Una vez solo, Jeff no acepta esta huida precipitada, decide ir a ver al viejo padre y anunciarle que quiere casarse con Margo. Su timidez le empuja a tragar unos cuantos cocktails y, borracho como sólo Mitchum sabe serlo, se presenta en la mansión de todos los peligros. Porque el viejo no es el padre; es el marido. Lo clásico: hombre rico mayor se casa con joven guapa, dinero a cambio de compañía y cuidados. Jeff se marcha, disgustado pero un grito le obliga dar la vuelta: encuentra a Margo herida: Violencia domestica.  Jeff se interpone, el viejo saca toda su mala leche, le pega con el atizador, él le da un puñetazo a lo Mitchum, va a lavarse la cara. Cuando vuelve, se da cuenta que el viejo ha muerto.
El buen médico diagnostica también su propia conmoción cerebral (los golpes del viejo, la borrachera…). El buen ciudadano piensa que conviene llamar a la policía. ¿Y Margo en todo eso? Nada de policía, huir a Méjico: coger el coche, algunas joyas y abrigo de piel, tomar las riendas como pueda, tirar de un Jeff que, entre conmoción y borrachera le explica el diagnostico: lenta parálisis de los miembros o de un lado entero… Margo intenta no dejarse llevar por el pánico. Pero ahora el peligro habita en todas partes: los indicios son cada vez más claros, el engaño más evidente, las mentiras y las contradicciones patentes, pero Jeff no tiene fuerza para impedir que siga esta loca huida: está claro que Margo no quiere otra cosa que llegar a Méjico lo antes posible, que puede echar toda la culpa a Jeff. No quiere que éste escuche la radio.


Aquellos a quienes piden ayuda se aprovechan de su situación,  les engañan, cada vez tienen menos dinero. Qué importa, ella ha acumulado dinero ahí, al otro lado de la frontera, a escondidas durante todos estos años con el viejo… ha sido tratada psíquicamente por especialistas… ¿La muerte del viejo marido? Si no es Jeff, es Margo… eso lo sabremos más tarde. Vamos a vivir con ellos hasta el final esta huida, la decadencia ineluctable de dos enfermos, presa fácil para los pequeños negociantes del país profundo, o hazmerreír de un pueblo en fiesta.



Mitchum vive su conmoción cerebral más como  un borracho que como un médico responsable que, por sus conocimientos, tendría que saber mejor que nadie cuidar de su estado de salud: el papel de borracho le es por supuesto más fácil y probablemente el alcohol le ayudó durante el rodaje de la película. No es el amor lo que se impone a la simple supervivencia, ya que sabe por donde anda la pérfida Margo, entonces ¿por qué se empeña en actuar según las iniciativas de una enferma mental? A pesar de algunas inverosimilitudes y de un desarrollo previsible de la narrativa, el actor crea una caracterización del doctor Jeff Cameron con unos matices interesantes: una cierta ingenuidad se pone de manifiesto en los primeros tiempos del enamoramiento loco, una infinita paciencia frente al nerviosismo y la confusión al borde de la histeria de la amada. Sin embargo, uno podría tener algunas dudas en cuanto a esta inocencia. ¿Naif, el doctor Cameron? Lo que está claro es que no tiene esta ingenuidad que brota en la mirada y la voz (¡ah, la voz de Orson Welles!) del marinero O’Hara, atrapado en la red de The lady from Shanghai y de su marido, el abogado Bannester. Una duda planea sobre sus intenciones, como un leve indicio en las primeras escenas después del encuentro con Margo: este medico, admirado por todo el servicio hospitalario,  ha decidido instalarse por su cuenta y montar una consulta privada o una clínica,  una empresa que necesita fondos y garantías. El “papá” de la niña Margo puede ser un enganche igual a los grandes ojos negros (y poco expresivos pero son al gusto de Jeff) de la presunta hija. Lo que está claro es que Jeff se olvida enseguida de Julie, su novia enfermera, mujer del director Farrow y madre de Mia,: Maureen O’Sullivan.


Todo eso es muy “humano” a fin de cuenta: ¡el doctor Cameron se porta tan bien y tiene tanta paciencia con los niños hospitalizados! A pesar de las dudas sobre su comportamiento inicial, o su actuación monolítica que confunde el trauma craneal con el estado de borrachera, Jeff sabe bajar unas escaleras y la secuencia vale por toda la película.  Su caída, eterna, en la escalera del hotel de Postville, al final de la escapada es de lo mejor de Mitchum, igual que su primera aparición en La noche del cazador. ¡Adiós, rosas rojas! Con la morena Margo, se acabó, pero ¿conseguirá llegar hasta la puerta?

Le avisó Lannington: si se la lleva, el tiempo pasa y llega el final del camino, doctor Cameron


¿Qué queda de este tremendo melodrama?
Una excelente calidad técnica que crea un ambiente de tintes particularmente negros: la foto de Nicholas Musuraca, por supuesto, y el buen trabajo de un equipo de profesionales curtidos en el cine negro de la RKO (¡Bueno! Roy Webb ha tenido que incluir unas partituras de clásicos románticos rusos,…y hasta Gustav Mahler,  cuando aparece la cara de Faith, interrumpiendo así su excelente música de acompañamiento. Orden del gran jefe, probablemente) .


Pero el guión tiene fallos. Si evocamos The lady from Shanghai (Welles-1947)  a propósito del personaje de Jeff Cameron, por supuesto no significa una comparación de las dos obras, planteamiento absurdo. Se trata de poner en evidencia las limitaciones de una narración sobre el tema del engaño: la manipulación, aquí limitada al plan de Margo, no está tratada con bastante fuerza. La actriz Faith Domergue, único centro de interés para el proyecto del productor Howard Hugues –además del beneficio comercial esperado –, tiene su parte en esta limitación: la expresión de la cara y del cuerpo denotan una falta de profesionalismo, aunque el papel de la perturbada mental no es de lo más fácil. Sin embargo, la actuación de Marilyn Monroe en su interpretación de un personaje similar es mucho más convincente en Don’t Bother to Knock (Roy Baker-1952).
Por otra parte, el talento de Charles Bennett como guionista (Foreign Correspondent-Alfred Hitchcock-1940)  no se manifiesta aquí. La historia de Leo Rosten,  huir de una persecución policiaca con una persona psíquicamente frágil,  ha sido representada en el cine negro con más éxito. Joseph H.Lewis la trata magníficamente en Gun Crazy (El demonio de las armas) en rodaje el mismo año: Bart –John Dall,  cuida de Laurie –Peggy Cummins. Nicholas Ray da a Keechie –Cathy O’Donnell el difícil papel de templar los impulsos de Bowie –Farley Granger en  They live by night (Los amantes de la noche-1948). El amor lo puede todo. Pero la fuga de estos dos personajes a merced de los eventos por no tener un potencial de razón para enfrentarlos, opuestos en sus mecanismos de supervivencia,  puede dar una magnifica película surrealista y poética, pero en el género realista no deja lugar a suspense, y el desenlace es previsible. Sus propias maquinaciones desbordan a Margo.  Descubrimos muy pronto sus cálculos (confusos) en la narración: la apertura de una cuenta en Méjico sacando  el dinero a Lannington, sus improvisaciones durante la huida,  con el fin de aprovecharse de Jeff, su única seguridad a pesar de su estado, también retenerlo para poder cargarlo con la muerte del marido si hace falta.


Estas  improvisaciones de Margo ¡podrían ser contrastes, bifurcaciones intempestivas como las que maneja un Mankiewicz! El cinismo y el poder de Frederick Lannington, viejo y enfermo como los personajes ebrios de dominación que tan bien caracteriza  Orson Welles, están justo desdibujados y la presencia en la pantalla de Claude Rains –que  corresponde a la única secuencia del asesinato –podría haber sido mejor aprovechada. El actor da una interpretación magistral del personaje de Lannington .  Esta riqueza en las interrelaciones y las situaciones merecía un tratamiento más contundente, una visión reflexiva sobre los entresijos de la mente humana. Como tantas veces con Howard Hugues, lo que cuenta es que el objetivo de la cámara sea dirigido hacia su amante del momento. Menos mal que respetó el tiempo total de la obra y el ritmo impuesto por John Farrow y que no tomó la decisión de cambiar de director o de dirigir él mismo con el fin de alargar esta huida de la pareja, añadiendo más elementos barrocos como la escena del pueblo de barbudos en la que podía haber adivinado el germen de una posible comedia.  Lo consiguió con His kind of woman (Las fronteras del crimen) al año siguiente, alargando la película una hora. La bajada a los infiernos de la pareja con estos encuentros,  algunos previsibles como los engaños sobre la compra de un coche o las joyas empeñadas, otros más divertidos como la fiesta de los barbudos, son,  a fin de cuenta, anecdóticos. Lo más decepcionante es este final de comedia romántica con la vuelta de la rosa blanca en el centro hospitalario y este plano final sobre la señora Farrow,  mujer del director y suegra de Woody Allen unos cuantos años más tarde. La habíamos olvidado totalmente.


Así que Faith Domergue demuestra patéticamente que hace lo que puede –que no es tanto –para ser este personaje mentalmente frágil, Y John Farrow hace lo que puede entre este guión poco trabajado y las exigencias inquisitorias de su productor y jefe, lo que hace que Donde habita el peligro no consiga dar inspiración y creatividad a la representación de la decadencia de estos dos seres,  a cada minuto más enfermos, envolviéndose en una red cada vez más apretada,  asfixiante; agradecemos, eso sí, la calidad de la ambientación de un buen cine negro en manos del equipo técnico de la RKO.


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