7.7.14

"Dark Waters"-André de Toth



Aguas Turbias 1944

Director: André de Toth         

Guión:  Joan Harrison-Arthur T.Horman-John Huston / Francis y Marian Cockrell     

Música:  Miklös Rösza      

Fotografía:  John J.Mescall-Archie Stout    

Montaje:  James Smith    

Productores:  James Nasser… y seis más –United Artists

 Actores: en la foto Merle Oberon al cine con Thomas Mitchell y Elisha Cook Jr. (ver Filmografías en el blog)




Merle Oberon (Leslie Calvin) y Franchot Tone (Dr. George Grover) perdidos en los bayous

 Thomas Mitchell (Mr. Sydney), Fay Bainter (Emily Lamont) y John Qualen (Norbert Lamont

 
Elisha Cook, Jr. (Cleeve) neurótico como siempre


 El periódico Saturday Evening Post publica  unos extractos de la novela Dark Waters de Marian y Franck Cockrell los cuatro fines de semana entre medio febrero y marzo de 1944. Este tipo de publicación se hacía por entregas sucesivas; para Dark Passage que realizará más tarde Delmer Daves, el mismo periódico ofrecía el texto de David Goodis a lo largo de todo el verano de 1946. El productor Benedict Bogeaus compra los derechos de adaptación cinematográfica.
Sàsvrài Farkasfawi Tothfalusi Toth Endre Antai Mihaly le 15 mai 1912 à Mako (Autriche-Hongrie) entra en la industria cinematográfica a los 21 años como guionista, asistente de dirección y rueda su primera película seis años más tarde. Pero muy pronto tiene que refugiarse en Inglaterra donde trabaja con su compatriota Alexandre Korda (El ladrón de Bagdad); los dos emigran a los EEUU y de Toth sigue como segundo realizador de Korda en El libro de la jungla. Mientras está rodando Guest in the House (Semilla de odio) con el productor Hunt Stromberg, recibe la invitación de Bogeaus para dirigir Dark Waters. Alexandre Korda interviene para que Merle Oberon, su ex mujer,  sea la actriz protagonista. La presencia (¿exigida o no?) del fotógrafo Lucien Ballard en el plató conforta a Oberon que tenía serios problemas en cuanto a las relaciones entre la piel de su cara y las luces de los focos.




Antes de hablar de la película, lo más llamativo de esta producción es… la misma producción: nada menos que siete productores, seis cachorros machos y una hembra. Nos lo cuenta el mismo De Toth, el cuarto caballero de la banda de los tuertos: “Las aguas estaban llenas de remolinos, cadáveres y corrientes traicioneras, de cocodrilos, y de siete (!) productores  a punto de ahogarse, armando con páginas de guión, chapoteando en  el barrizal de Dark Waters, los cuatro hermanos Nasser, que ambicionaban convertirse en los Warner Brothers, Benedict Bogeaus, elegante a la rumana, casado con una joven heredera  Dodge, Arthur Landau, exigente, hundiéndose bajo toneladas de fotos y guiones; y Joan Harrison, mujer encantadora y guionista de talento. Todos nuevos en la carrera y debutando en la producción sobre una pista fangosa. Por separado, eran soportables; juntos, se convertían en un verdadero dragón de siete cabezas preso de del pánico… A Joan Harrison, la única  profesional de esta asociación incongruente, no le hacían mucho caso, pero no cedió a esta banda de machos”. De esta última, hablamos a propósito de Phantom Lady (Robert Siodmak-1944) cuando decide pasar a la producción después de ser guionista, co-autora de cinco películas de Alfred Hitchcock entre 1939 y 1942 (aparece en un corto papel en la primera versión de El hombre que sabía demasiado-1934). Más tarde produce también,  para el cine negro, Nocturne (Edwin L. Marin-1946) tratada también en este blog y Ride the Pink Horse (Persecución en la noche-Robert Montgomery-1947). Los folios de guión a los que se refiere De Toth estaban escritos por John Huston; Harrison contacta con él para reescribir entre los dos un guión que casi todo el equipo rechazaba. Huston mandaba folios a cambio de dinero para apostar en carreras de caballos. El resultado de todas estas peripecias (y unas cuanta más) es una curiosidad entre el exotismo romántico lunar, el melodrama clásico y el cine negro: el cine de la dominación de los débiles, del asesinato fácil y del engaño. Añadimos este cinismo tan propio del director que ya descubrimos en Pitfall (1948), con una interpretación de Dick Powell muy acorde con su director. Recordamos también, si hace falta,  que los tres otros de la banda de los tuertos eran: Fritz Lang, John Ford y Raoul Walsh.


El padre de Scarlet O’Hara, este buen hombre que fue el Dr.Boone en Stagecoach (La diligencia-John Ford), se transforma en el mejor /peor de estos dominadores monstruosos que todavía pueblan el planeta.Thomas Mitchell sigue siendo el “malo” después de Moontide (Marea de luna-Fritz Lang-Archie Mayo-1942) pero con un toque de cinismo y de crueldad y sobrepasa ampliamente en sus intenciones a los pérfidos cálculos del compañero de Jean Gabin en la película citada. Aquí, él tampoco puede separarse de su compañero: se trata de Elisha Cook cuya lubricidad y maldad le sitúa en las antípodas de su papel en Phantom Lady rodada el mismo año, pero que nos recuerda al cobarde esbirro de Greenstreet en The maltese falcon(Houston-1941) y su actuación en  The big sleep (Howard Hawks-1946) o The killing (Atraco perfecto-Stanley Kubrick-1956).

Franchot Tone y Thomas Mitchell 


Aunque Franchot Tone también interpreta a un personaje totalmente opuesto al psicópata de Phantom Lady, guarda aquí un aspecto por momentos inquietantes a pesar de sus buenas intenciones –en el cine negro, el actor trabaja también en Jigsaw (Fletcher Marker-1949). Un punto interesante marcado por De Toth que mantiene así la atmósfera peligrosa  que rodea a Merle Oberon –la cual no para de sufrir, ya que acaba de salir de las garras de Jack el destripador – aquí en el papel de Leslie –la actriz trabajará una vez más para el cine negro con Berlin Express (Jacques Tourneur-1948) .

 *****
***
*
¿Ha ido a algún funeral en que el sacerdote olvidase el sermón? ¿Y que, al morir el que se sentaba junto a ti, sólo pensase: “Habrá más agua para beber”? Daba igual que hubiese muerto. Y el marinero se levantó y dijo: “Señor, vela por su alma, y que su cuerpo...”




Leslie Calvin, en plena guerra mundial, vive una experiencia dramática: huye con sus padres del sitio donde vivían en el Este de India, invadido por Japón. El barco donde viajan choca con un submarino  alemán,  y Leslie es una de los pocos que sobreviven a un naufragio que fue seguramente un espectáculo apocalíptico, el mar tragándose sus padres y cientos de pasajeros… Se despierta en un hospital y sufre un profundo trauma y delira. Nosotros espectadores no vemos  nada de lo que ha pasado. Eso me recuerda a Robert Ryan y sus pesadillas con barco hundido y guerra en The woman on the Beach (Una  mujer en la playa -Jean Renoir-1947) – las  heridas de la guerra son profundas y el público  de la época tiene que agarrarse a la butaca; los europeos verán estas imágenes sólo después de la guerra –. La diferencia con Ryan es que Merle Oberon no encontrará un hombre en la playa sino “un médico en los bayous”: se llama Franchot Tone. Estamos en Louisiana, cerca de estos pantanos que dan a este Estado de America una fama tan cargada de misterio como lo son también los Everglades de Florida escenificados por Nicholas Ray en lo que me parece ser su obra maestra.
Nos encontramos en este ambiente exótico, asfixiante de calor y de humedad, con estos hombres de trajes blancos inmaculados,  que nos recuerda otra película que paseó por este Blog: The letter (La carta-William Wyler-1940). El tema de la guerra está bastante desarrollado en esta primera parte: en la zona de Diego Suarez-Madagascar Leslie se puso enferma pero las “autoridades” francesas –o sea los esbirros del gobierno francés de Vichy bajo los órdenes del ocupante alemán nazi – les niegan el visado. Justo después, el barco se hundió. Los padres de Leslie eran propietarios de una empresa petrolera, lo que significa una herencia prometedora. De Batavia, la mandaron a los Estados Unidos-Louisiana.

Alan Napier en una corta aparición (encontrará a Merle Oberon en “Désirée”-Henry Koster-1954)


El medico que la trata (Alan Napier),  localiza a unos familiares suyos: Emily, la hermana de su madre y su marido, Norbert. Ellos viven en Nueva York pero le escriben desde Belleville- Lousiana donde se encuentra Leslie, en el hospital. La invitan en su nueva mansión, donde tienen su plantación, el Rossignol,  en el bayou Grand’Père. Pero dos hechos llaman su atención: nadie le espera en la estación de tren, y el empleado de la estación no conoce el nombre de Lamont. El calor, el cansancio: Leslie se desmaya; el doctor Grover la acompaña a la plantación Rossignol. Ahí viven también el Señor Sydney y un tal Cleeve, dos extraños personajes que gestionan la plantación de los Lamont. Pero quien dice bayou, pantano, dice arenas movedizas y sobre todo ¡AGUA! y eso es lo que traumatiza tanto a  Leslie (¡el naufragio!).



¡Cuánto agua en los bayous!, piensa Leslie cuando Mr. Sydney y Cleeve le proponen este temible paseo siguiendo un camino estrecho que bordea el bayou. Estos dos juegan a ser los niños malos que asustan a la niña Leslie: “El año pasado una mujer se hundió en las arenas movedizas. La oímos gritar pero, cuando llegamos, ya se había hundido… Es terreno peligroso, hay que conocerlo bien. Debe ser horrible ahogarse en arenas movedizas… mucho peor que en agua. Al menos el agua es limpia y rápida”. Lo que le espera a Leslie es de lo más turbio, a veces casi negro. Empieza a experimentar la “Luz que agoniza” y a oír voces en la noche…
A pesar del comportamiento amable –una afabilidad quizás exagerada –de los que la rodean, se nota una tensión continua en la expresión de sus caras, hasta cuando se encuentra con esta familia instalada en la zona pantanosa: pasamos un corto y sorprendente momento en contacto con una sociedad particular, la de estos descendientes de franceses que emigraron a Louisiana, “invitados” por Méjico, después de huir de Canadá, echados por los ingleses.  


Pero Leslie encuentra también en ellos esta expresión de tensión, exceptuando al padre, tierno y alegre. La tensión, la incomprensión de ciertas actitudes, las sospechas nacientes: para Leslie, al trauma y el dolor se añade  la certeza de haber caído en una trampa mortífera. Le invaden las dudas cuando Pearson, el empleado negro de la plantación con quien ha establecido una relación amistosa,  promete ayudarla y darle más informaciones sobre estos extraños personajes.

Rex Ingram es Pearson Jackson el genio de El ladrón de Bagdad  y el gigante de Las mil y una noche.

Pero cuando se presenta a la cita con Pearson y que  le encuentra muerto ahogado, es el pánico… Este loco de Cleeve,  que no para de acosarla,  no está muy lejos. “Somos jóvenes y tenemos otros intereses, ¿no?, podemos divertirnos, relajarnos, le mostraré el bayou. Venga, suba a la lancha” le dice Cleeve. ¡Adíos, Leslie! Menos mal que el Dr.Grover aparece a este momento.  
Algunos hablan de un cine gótico. Una trama que exige una ambientación no urbana y más bien exótica no conduce necesariamente a alejarse del género negro como pasa en las películas de Peter Godfrey, Cry Wolf o The two Mrs. Carrolls con Barbara Stanwick. Así que prefiero limitar este tipo de clasificación a las películas citadas que nos acercan al terror o a las que se merecen este calificativo por el decorado y la ambientación como lo son Sunset Boulevard o The house on Telegraph Hill.


Ahora bien, lo señalamos a propósito de las películas de Godfrey ya citadas: ¿qué conduce a las escritoras o guionistas a hacer sufrir tanto a las mujeres encerrándolas en trampas tendidas por unos malvados o unos maridos psicópatas? Marian Cockrell y sobre todo  Joan Harrison con Rebecca y Sospecha a su activo, tendrían que explicarse porque  Merle Oberon baja de sus Cumbres Borrascosas de la hermana Bronte, para interpretar a Leslie, acorralada en un entorno hostíl: su belleza radiante se debe a las particulares condiciones impuestas a la dirección de fotografía, siguiendo los consejos expresos del ex marido de la actriz, el director Alexandre Korda que conocía mejor que nadie el punto débil de Oberon: la mala calidad de su piel.


El lirismo fantástico de la región de los pantanos constituye el aspecto más original para esta trama al fin y al cabo bastante simple y clásica. Sin embargo, la reconstitución en los estudios del paisaje es un reto que decidió lanzarse el director para crear una atmosfera personal. Sacrifica así la posibilidad de utilizar la luz tan particular de los bayous de Louisiana,  las posibilidades de imágenes cinematográficas que ofrecen las viejas mansiones, las marismas, el calor pegajoso, la mitología del lugar… La elección de André De Toth parece atrevida y valiente;  a pesar de tener un presupuesto generoso: a partir de una trama minimalista y clásica,  trabaja la atmosfera: puro gesto artístico. Y le sale bien: la secuencia final de noche en el bayou con los reflejos de la luz de la barca, acompañada por la música angustiosa y particularmente eficaz de Miklos Rosza es un buen momento de cine negro.
 Cierto, la obra suscita unas cuantas reservas en cuanto a la fuerza del suspense: las consecuencias de los extraños eventos no crean en Leslie una alteración que la conduzca a un punto límite como le pasa a Ingrid Begman en Gazlight, estrenado el mismo año –sin por eso quitar a Dark Waters un apreciable éxito comercial –y, por otra parte,  el guión no deja planear bastante tiempo el misterio sobre la identidad de esta falsa familia.  Pero estas reservas – y la simplicidad de esta historia, bastante previsible –  no le quita su potencial melodramático que, en manos de André de Toth, Joan Harrison y John Huston,  nos garantiza un buen entretenimiento. Podemos disfrutar de unos momentos muy conseguidos en este ambiente de arenas movedizas y de vegetación húmeda y oscura en el que la perversidad de Sydney y Cleeve agudiza la angustia de Leslie que tiene que elegir entre morir o zambullirse en estas Aguas turbias.

Blogs de memento
individuo y sociedad                  cine negro  Más de memento