30.4.14

"Human Desire"-Fritz Lang




Deseos humanos  1954
Director: Fritz Lang    
Guión:  Alfred Hayes / Emile Zola ("La Bête Humaine")
Música:  Daniele Amfitheatrof Cine negro: Fingers at the window (Charles Lederer-1942), Suspense (Frank Tuttle-1946), Ivy (Abismos-Sam Wood-1947 con Joan Fontaine que vuelve a encontrar en Carta de una desconocida de Max Ophüls en 1948), An act of murder (Michael Gordon-1948), House of Strangers (Odio entre hermanos-Joseph L.Mankiewicz-1949), Backfire (Vincent Sherman-1950), Storm Warming (Aviso de tormenta-Stuart Heisler-1951), Tomorrow is another day ( Unidos para el crimen-Felix E.Feist-1951), Human Desire (Deseos humanos-Fritz Lang-1954), The desperate hours (Horas desesperadas-William Wyler-1955),
Fotografía:  Burnett Guffey  (ver filmografía en este Blog)
Montaje: Aaron Stell  Cine negro: The sniper (Edward Dmytryk-1952), Human Desire (Deseos Humanos-Fritz Lang-1954), Touch of Evil (Sed de Mal-Orson Welles-1958)
Producción:  Lewis Raxhmil .Columbia

Glenn Ford (aquí con Eric Buchanan) es Jeff Warren Filmografía cine negro: Gilda (Charles Vidor-1946), The undercover man (Relato criminal-Joseph H.Lewis-1949), Convicted (Drama en presidio-Henry Levin-1950), Affair en Trinidad (La dama de Trinidad-Vincent Sherman-1952), The big heat (Los sobornados-Fritz Lang-1953), Human Desire (Deseos Humanos-Fritz Lang-1954),

Gloria Grahame es Vicki Buckley (ver filmografía en el blog)

Broderick Crawford es Carl Buckley (ver filmografía en Scandal Sheet en el Blog)

Kathleen Case es Ellen Simmons actriz de TV, aparece en algunos westerns.

Grandon Rhodes es John Owens En el cine negro : Shadow of a Doubt (La sombra de una duda-Alfred Hitchcock-1943), Ride the Pink Horse (Persecución en la noche-Robert Montgomery-1947), Born to kill (Nacido para matar-Robert Wise-1947), High Wall (Muro de tinieblas-Curtis Bernhardt-1947), Walk a crooked mile (La gran amenaza-Gordon Douglas-1948), Larceny (Aves de rapina-George Sherman-1948), Road House (El parador del camino-Jean Negulesco-1948), The Clay Pigeon (Richard Fleisher-1949), White Heat (Al rojo vivo-Raoul Walsh-1949), Detective Story (Brigada 21- William Wyler-1951), The sniper (Edward Dmytryk-1952), Angel Face (Cara de ángel-Otto Preminger-1952), A blueprint for murder (Andrew L.Stone-1953), Human Desire (Deseos Humanos-Fritz Lang-1954),


La humanidad es una epopeya:  Human Desire
como todo el cine estadounidense de Fritz Lang en general, 
da una fuerza épica  a la fatalidad y al destino 
que combate la representación burguesa hollywoodiana 
con la de las diosas y de los demonios que nacen en los seres humanos.

Una pareja. El marido envejecido y celoso, mata al amante de su joven mujer. Un tercer hombre, testigo del crimen, es su nuevo amante. Ella intenta convencerle de matar al marido. Detallamos algo más: empleado en una estación de trenes, pero recientemente despedido, Carl Buckley pide a su mujer Vicky utilizar su relación casi “familiar” con un alto ejecutivo para que su empresa lo reintegre. Carl sospecha que Vicky ha ido más lejos de lo necesario para conseguir el apoyo del hombre influyente. Cegado por los celos, mata al supuesto amante y utiliza una estratagema para chantajear a Vicky y así mantenerla bajo su dominación. Vicky encuentra protección – y algo más… – en Jeff Warren, conductor de trenes de vuelta de la guerra en Corea. Su desprecio y rechazo hacia su marido le conduce a empujar a Jeff a eliminar los indicios que hacían de ella la cómplice de Carl.  A continuación, Vicky pide a Jeff de matarlo. Jeff se hecha atrás…

El combate con la comisión de censura


Fritz Lang rueda en 1952 Clash by night (Encuentro en la noche), adaptado de un relato de Clifford Odets por el guionista Alfred Hayes. Después de Blue Gardenia inspirado por el texto de Vera Caspary, el proyecto de Human Desire reúne de nuevo al director con Alfred Hayes  para adaptar esta vez La Bête Humaine de Emile Zola. La obra maestra naturalista del escritor francés atrae al productor Jerry Wald que ha colaborado con Lang justo antes en lo que marca el clímax del cine negro del director: The big heat (Los sobornados-1953),  con Gloria Grahame y  Glenn Ford. Se puede suponer que la elección de Lang está relacionada, aparte su amistad con el productor, con la adaptación de la obra literaria por Jean Renoir. Nos encontramos de nuevo, después de Scarlet Street (Perversidad-1945)  con la pesada y nefasta comparación con Jean Renoir y la respuesta es otra vez: las películas nacen libres e iguales y lo que puede hacer un cineasta con un guión cualquiera en un espacio-tiempo cualquiera es la representación de un mundo que corresponde a su propia visión. Si queremos comprender lo que Lang ha querido plasmar en esta adaptación,  no podemos hacerlo desde la comparación sino buscando su propia marca.  Donde podemos pararnos es en la relación entre la compañía productora y el proyecto presentado que es necesaria y evidentemente  distinta de la que Renoir ha podido tener en Francia 15 años antes.
La obra de Zola plantea el crimen desde las pulsiones sexuales, el adulterio, el alcoholismo hereditario de “la bestia humana” con, como tela de fondo,  el drama social de la condición laboral de los conductores de trenes, estos chóferes (chauffeurs en francés) que alimentan la caldera (chaudière) de la locomotora, este otro monstruo protagonista de la obra. Unos ocho borradores de Hayes y Lang son necesarios para apaciguar la (hipócrita) comisión de censura. Para Hayes el reto es relevante: hombre de izquierda, ha sido coguionista para Paisa (Camaradas) de Rossellini.  Para Lang, se trata de cambiar el rumbo de la representación: “No condeno la censura so pretexto  de asegurar mi libertad para rodar películas  morbosas o sensacionalistas. Pero si un lenguaje  o unas imágenes más fuertes me parecen necesarios para dar más relieve o veracidad a un personaje, quiero sentirme libre para enseñarlo sin tener que preocuparme por unas reglas destinadas a tranquilizar a unos censores políticos. En definitiva, pienso que la censura quiere proteger al pueblo americano, poniendo a los ciudadanos de un gran país bajo el control exclusivo de una minoría” (Fritz Lang- Trois Lumières-Ediciones Ramsay Poche Cinéma). Podemos imaginar el lenguaje y las imágenes que Lang pensaba representar con el primero de los ochos guiones, sabiendo que veía a Peter Lorre en el papel del alcohólico e impulsivo conductor de trenes y a Rita Hayworth en el de la mujer fatal que lo manipula para liberarse de su marido. El choque del encuentro de tales personajes bajo la luz crepuscular de Canadá donde Lang proyectaba rodar estos Deseos “Humanos” hubiese sido un punto de arranque magnifico para una probable nueva obra maestra. Y Lang podría haber puesto así todo su empeño para ilustrar esta frase de misántropo: “Sólo hay dos categorías de individuos: los malos y los muy malos. Pero hemos llegado a un acuerdo; así que llamamos buenos a los que son malos y  malos a los que son muy malos”.
Desde el momento que la censura debilita la fuerza de la intriga, Fritz Lang –que ha dado bastante de él mismo en la representación de los dramas sociales y que hace de su estancia en los Estados Unidos una plataforma para el desarrollo de una obra en negro sobre la condición humana en el marco del “american way of life” –ancla  la obra en el contexto de la contemporaneidad de su producción. Acepta el casting propuesto que reúne de nuevo a los protagonistas de su gran éxito, Los sobornados, Gloria Grahame y Glenn Ford –los cuales pueden así acabar lo que habían empezado, a saber tener la relación sexual que la situación de los dos en Los sobornos no permitía.
Jeff Warren vuelve de Corea donde se ha acabado una de las guerras del imperio contra el comunismo. Los trenes no tienen calderas, son eléctricos y los conductores son unos robots que fuman tranquilamente sus cigarros disfrutando del paisaje. Carl y Vicky Buckley tienen un pequeño jardín que linda con su chalé, Jeff se aloja en la casa de Alec Simmons, su compañero de trabajo, modesta pero con un confort que los obreros europeos podrían envidiar en estos años de posguerra. Fritz Lang se adapta a la situación creada por la censura y transforma el drama social de la obra literaria transcrita por Jean Renoir, en un buen cine negro en el que todo está bajo control: no habrá ni monstruo de fuego en la caldera ni bestia humana en las entrañas del protagonista. El héroe cansado de vuelta de la guerra, pasa a ser un segundo papel que expresa el deseo del “descanso del guerrero”: las caricias de una mujer casada. Lang describe el progresivo despertar de otra bestia: empieza a manifestarse  con unas  explosiones de violencia;  surgen  en la intimidad de los dormitorios entre  hombres y mujeres de una sociedad rígida e hipócrita. Invaden los cuerpos monolíticos de estos hombres-fósiles de un sistema empresarial,  que pasan del celo al delirio, las mentes de estas mujeres que transforman sus fríos cálculos en juegos sexuales. Pero son ellos que han construido la jaula donde ellas se consumen.

El vuelco


A  fin de cuentas, este juego de compromisos con la censura permite a Fritz Lang crear el retrato colectivo de unos seres humanos que son los juguetes del destino: “lo que caracteriza  todas mis películas es el combate contra el destino. Lo que importa no es el destino, es el combate”. Este combate,  él mismo tuvo que librarlo  con el sistema de la industria cinematográfica estadounidense. Human Desire traduce esta lucha contra la fatalidad de unos personajes que intentan no dejarse consumir por la dominación de otros como Vicky, no perder la oportunidad de una relación verdadera para Ellen frente a unos hombres ya aplastados por el destino: Jeff por la guerra, Carl por el fracaso, los dos bajo la influencia del deseo sexual. Fritz Lang evoca el lazo tenue que hay entre el deseo sexual y el deseo de mutilar o matar y esta posibilidad que tú o yo podemos volvernos asesinos en un texto sobre el crimen sexual. El tema de la obra es  este vuelco hacia la bestialidad del humano cuando, desbordado por sus pulsiones, pierde la capacidad de activación de su razón. Mientras Lang y el guionista Hayes orientaban la trama en función de éste vuelco, el mismo título de la obra de Zola, esta “bestia humana” fue un motivo de desacuerdo con los estudios de la Columbia que situaban la animalidad en el personaje femenino: Vicky.

Caracterización del vuelco


 Sin embargo, tanto las mujeres, Vicky y Elen,  como los hombres,  Carl y Jeff,  están caracterizados por la frustración de los deseos, voluntarios o soportados, como en el corpus de filmes tratados en este Blog,  que van de La mujer del cuadro a House by the River, pasando por Scarlet Street y Secret beyond the door. La pareja Buckley da la representación más evidente de esta frustración: Carl se ve rechazado constantemente por su joven mujer Vicky; así que compensa su deseo utilizándola para sus intereses materiales. La echa en los brazos de un hombre mayor que ha probablemente tenido relaciones amorosas con la madre de Vicky ( ¿o quizás  abusado de la niña Vicky?). El error de Carl en esta maniobra le conduce a los celos  ciegos y asesinos. Broderick Crawford es excelente en el papel del marido que teje la tela de araña donde quiere atrapar a su mujer para dominarla definitivamente y en la  que se queda él mismo preso. No tiene otros medios que la brutalidad para comunicarse: alcohólico, iracundo, es el que se acerca más al  personaje que Zola había creado para el conductor de trenes, Jacques Lantier,  aquí Jeff Warren.
Éste último, interpretado por Glenn Ford, es el personaje más oscuro, turbio, caracterizado por Lang con una cierta crueldad: el actor virtuoso, recto, justiciero, tal como los mismos Estados Unidos de America quieren representarse, traduce aquí estas cualidades reforzadas por su reciente pasado militar de vuelta de la guerra. Pero, como Alan Ladd en The Blue Dahlia ( La Dalia Azul- George Marshall-1946) o Aldo Ray en Nightfall (Al caer la noche-Jacques Tourneur-1957), Jeff es un héroe sin gloria,  cansado y desengañado. Prefiere refugiarse en su locomotora y encender un cigarro ante de comprometerse con la jóven Ellen o cuando se trata de huir de los enredos en que le quiere implicar la sensual mujer casada después de acostarse con ella. Su cara y sus modales tan amables no bastan para disimular sus esfuerzos para controlar unos deseos confusos. Las llamadas de socorro de Vicky con unos argumentos falsos – ¿o sinceros? –, le conducen a echarse atrás, a refugiarse en la normalidad cómoda aparente: mañana, otro día, puede ser que con la joven Ellen… La última secuencia desvela toda la inhumanidad de Jeff: ésta represión voluntaria hacia él mismo, impuesta a Vicky, lo ha transformado como Carl en una bestia: mientras en un compartimento del tren que conduce están matando al amor que ha rechazado, Jeff sonríe y enciende un cigarro: la bestia se ha transformado en monstruo. Menos mal que Peter Lorre, el protagonista de M, este monstruo pedófilo que Lang representó con tanto talento en 1931, rechazó la oferta del director para este papel de Jeff, permite no tener una respuesta demasiado simple al vuelco que da progresivamente el personaje. El bonachón de Glenn Ford nos hace sentir hasta que punto las heridas de la guerra se han transformado en cinismo. Su incapacidad para expresar sus emociones, reconocer su profundo individualismo, generan la violencia y la confusión que perderán a Vicky.

Las mujeres y estos hombres


Gloria Grahame es Vicky. Como para la elección del personaje de Jeff, la suya habrá sido un buen punto en contra de los deseos de Fritz Lang. Vicky interpretada por la encarnación de Gilda hubiese sido probablemente una simplificación de la caracterización de la femme fatal –aunque Lang pude hacer unos prodigios como Orson Welles que, siete años antes, tomó el riesgo de un corte de pelopara hacer de la dama de Shanghai un icono inolvidable. Lo esencial en Human Desire reside en Vicky y Vicky no es una femme fatal.  Sensual o sexual, víctima o manipuladora, calculadora o amorosa, representa la ambigüedad, el poder de la falsedad combinado con la fragilidad y la ternura. Su instinto de supervivencia le empuja a tomar las riendas de su destino pero la brutalidad masculina la transforma en un pequeño animal acorralado que busca constantemente una línea de fuga. Lo hace primero con la palabra: cuenta su historia por partes, a medias, añadiendo detalles erróneos, olvidando lo más importante, no miente del todo pero la verdad que sale de su boca da la sensación del engaño. Vicky intenta protegerse y si no basta con la palabra, decide la huida… Su frustración es desgarradora; víctima de tres hombres violentos que le niegan su singularidad. Con Carl, su marido, comparte una cotidianidad entre una jaula de pájaros y la televisión, ella misma enjaulada entre las vías de ferrocarriles,. Para conseguir un enchufe laboral, Carl  la empuja a los brazos de Owens (Grandon Rhodes) que se aprovecha de la oferta sin escrúpulos, Jeff satisface con ella sus necesidades sexuales después de estos años de guerra pero se retira cuando ella pide socorro. Si se resigna a la idea del crimen, es la única que sería incapaz de cometerlo. Seductora en su primera aparición, deja estallar en la última secuencia las frustraciones de su vida y el pánico provocador de la presa frente a la bestia inhumana. Gloria Grahame, el pequeño animal humano, tan humano,  acaba siendo víctima de los monstruos Maureen O’Hara (Woman Secret -Nicholas Ray-1949), Bogart (In a lonely place-Nicholas Ray-1950), Marvin (The big heat-Fritz Lang-1953), pero consigue aquí atrapar a Fritz Lang en su red.
La otra mujer, Ellen / Kathleen Case, joven plenamente integrada en su sociedad, sueña con casarse con Jeff que quiere desde cuando era una niña. Pequeño animal inocente, conseguirá probablemente su propósito. La sonrisa de Jeff en la secuencia final deja entrever la posibilidad de un ligue que no tiene más remedio que transformarse en matrimonio si quiere mantener la relación de confianza con Alec Simmons (Edgar Buchanan, actor segundario en numerosos westerns,  en su única colaboración al cine negro),  padre de Ellen que le ha abierto su casa. Esta sonrisa de Jeff es la misma que tuvieron probablemente Owen o Carl cuando Vicky era una joven inocente, unos padres-amantes. Todo en el contraste aparente entre Vicky y Ellen permite suponer que  el futuro de esta última se parecerá al de Vicky: el aburrimiento en la pequeña ciudad, un amante conductor de trenes… Por una vez, Lang no plantea el problema de la justicia sino de una forma elíptica: lo que acaba de vivir es su secreto y, una terrible culpa se añade al desengaño que vive desde la vuelta de Corea. La bestia puede despertar y, como le pasó a Carl, estallar la violencia: la rueda de la fatalidad no para nunca.

La técnica Lang


Todos estos personajes están dirigidos con sobriedad y elegancia por el “viejo indio”: a la estética de los planos esenciales de la narración y el magnifico trabajo de luces y sombras se añade una extraña ósmosis entre espectadores y actores que consigue armonizar suspense y pavor con empatía, hasta en las terribles secuencias en las que la  violencia y los crímenes son siempre alusivas. La dirección de la fotografía bajo la batuta de Burnett Guffey, limita los efectos expresionistas e insiste sobre los encuadres y las posiciones de la cámara que potencian la dramaturgia.  La utilización del  contrapicado y de las luces actúa como revelador de la amenaza o de los estados atormentados de estos humanos esclavos de sus deseos.


La secuencia de noche en la que Jeff sigue a Carl, borracho,  a lo largo de las vías del ferrocarril, para matarlo es la más significativa en cuanto a las intenciones de Lang: los dos hombres de espalda, Carl en medio de una vía, la entrada intempestiva de un tren en la estación por la izquierda impone de pronto una narración fuera de campo, un instante en suspenso, genial.


Este tratamiento alusivo de la violencia se repite en la secuencia del asesinato de Owens: está sugerido a partir de tres planos: una puerta que se cierra, un tren que circula en la oscuridad, la hoja de una navaja que alguien está limpiando.


Fritz Lang se apodera de la simbología de los raíles y de los trenes: rompe con los tradicionales títulos de crédito y lanza un impresionante travelling en el eje de la vía del tren a toda velocidad; pensamos a la introducción del coche de  The killers (Forajidos) de Siodmak. Si en Clash by night aprovecha la temática para ofrecernos unas magnificas fotografías del mar, el puerto y la pesca, aquí el director demuestra su interés para la industrialización: enormes máquinas que parecen inmóviles e independientes de los humanos que las habitan, estaciones, raíles, picado y contrapicado sobre  las locomotoras girando,  arrimadas a la plataforma de reparación,  todo un mundo metálico y frío. Los exteriores ritman la narración con las vías, los raíles que actúan como motivos geométricos: encuentros de líneas, separaciones bruscas que simbolizan las relaciones que se forman y se rompen en el interior de estos monstruos de metal: los personajes están encerrados en los compartimentos y en las habitaciones, desligados de cualquier sentimiento de velocidad y de libertad.  Una vida social industrializada, mecanizada se impone en tela de fondo, monstruosa e inhumana,  a la rutina obsesiva del cotidiano de Vicky.




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