12.9.12

"Laura" de Preminger (2)





El triangulo Mark-Laura-Waldo
Este golpe de efecto (ver página anterior "Laura" 1) hace de Mark McPherson el personaje más entrañable: su juego con su billar portátil para calmar la tensión que le produce Waldo no puede impedir que le invada progresivamente esta conmoción,  difícil de ocultar,  en la casa de Laura con sus lámparas, sus estatuas y este retrato suyo que atrae su mirada tantas veces. Mark demuestra su fetichismo en el dormitorio de Laura, mirando, tocando sus objetos íntimos y ropas interiores.


Laura recibe de golpe esta suma de emociones acumuladas por Mark en este lunes pasado en su apartamento.  Su sensibilidad sabe reconocer el verdadero amor y lo que podría parecer inverosímil se vuelve inmediatamente evidente: a veces la magia del amor funciona.

Lo dice Laura, al final de su interrogatorio en la comisaría: Pues ha merecido  la pena, Mark. Emplea su nombre sin reservas. Es probablemente lo que pasará más tarde a Kim Novak, transformada en Grace Kelly por James Stewart en Vértigo.

La fascinación de Mark y Waldo por Laura está representada con una escenografía y un trabajo de la actriz que ponen en evidencia la dualidad de la imagen de Laura. El objeto de deseo de Waldo no es el mismo que el de Mark (o de Shelby Carpenter con quien Laura estaba a punto de casarse antes de su muerte).
Se forma una mezcla sutil de imágenes, una suma de informaciones de las cuales Preminger llega a mantener una coherencia. Laura es a la vez viva y muerta, victima y sospechosa, simple y mundana. Es una suma de contradicciones y esta coherencia la da Preminger con algunas imágenes claves relacionadas con la expresión, la forma de vestir de Gene Tierney. Por ejemplo, la similitud entre Laura encontrando a Waldo:
una joven simple, espontanea, y su encuentro con Mark, con la misma expresión. Su mirada distante, su porte frío y noble en su vida mundana con Waldo.

los encuadres que marcan los puntos de vista de cada personaje son muy frecuentes

En cuanto a Waldo, estamos delante de los tabúes de los estudios hollywoodianos de la época, con una homosexualidad enmascarada que nos recuerda al marido de Gilda, el mundo del lujo y de la decadencia. Laura es para él un objeto de arte que reserva para su propia contemplación.
Se la apropia de una forma platónica y no acepta ninguna "degradación" del objeto de su deseo por su contacto con hombres viriles. La novela de Caspary insiste más sobre la ambigüedad de Waldo Leydecker y habla de su preferencia por "los hombres que no lo son a cien por cien".

Una obra personal

Otto Preminger sabe unificar todos los datos, del guión, de la imagen, de la adaptación literaria y, por supuesto, la música que estructura la película en relación a un montaje y un encuadre que potencian la narración para ofrecernos una obra personal que provoca la admiración.

La música de David Raksin entra en la narración con el piano de la orquesta en el restaurante Montagnino y va a acompañar la evocación de Laura por Waldo en sus diferentes flash-backs. La orquestación se hace más presente con acentos dramáticos en la secuencia donde Mark, en la casa de Laura,… 
… se siente invadido por una emoción que no puede controlar, hasta que se quede dormido, bajo al retrato.  Esta narración musical con el leitmotiv que los grandes grupos de jazz harán famoso, participa ampliamente de la atmosfera onírica de la obra cinematográfica.

Los encadenamientos de secuencias con los fundidos, técnica frecuente en el cine negro, subrayan  las narraciones elípticas y los fundidos en negro marcan las etapas decisivas. Sin embargo, la frecuencia de estos fundidos tiene su importancia en la estética de la película con su ritmo rápido a veces alucinante.

La estructura narrativa es un bucle que se cierra entre la primera y la última imagen: el retrato de Laura. Estos dos planos idénticos, fuera de la narración pero acompañados por el leitmotiv orquestal, dan a la película su carácter onírico. Justo después del primer plano y antes del último, se refuerza  el bucle cerrado con dos escenas idénticas en las cuales  oímos la voz en off de Waldo sin verlo aunque está en la habitación: en la primera escena –no olvidaré nunca este fin de semana que sigue la muerte de Laura – mientras que en la última escena – Adiós, mi amor como si fuera Laura la que se estaba muriendo.
En el interior de este bucle cerrado, a casi medio camino, el retrato del principio y del fin toma toda su fuerza por una puesta en abismo que refuerza todavía más este aspecto onírico, imaginario de la película.
Es la aparición de Laura bajo la mirada de su retrato, un plano que sintetiza el tema y la forma de la obra, una puesta en abismo de la esencia misma de la representación en el medio del bucle. En su aspecto narrativo, este plano tira abajo el relato inicial y la película se encuentra dividida en dos partes:

-antes de la puesta en abismo- del domingo al lunes, vamos a recorrer los cinco últimos años de la vida de Laura en flash-backs contados desde el único punto de vista de Waldo. Se van añadiendo algunos puntos de vista distintos: Shelby, novio de Laura, Ann, tía de Laura y amante de Shelby, Bessie, la empleada de Laura. El espectador recibe todos estos datos y acompaña a Mark en su investigación… hasta que, de pronto, ve  como cambia la situación a partir del único primerísimo plano de la película: Mark,  que acaba de despedirse de Waldo con desdén.
Mark McPherson  expresa un punto de vista emocional, envuelto progresivamente por una extraña magia que emana de todo lo que le rodea desde el principio de su investigación.

-después de la puesta en abismo- del lunes por la noche al miércoles por la noche, acompañamos a Laura hasta la resolución de la investigación que Mark lleva en  dos direcciones: en busca de un culpable y en busca del amor. En este instante, se para el tiempo... y pasamos del reloj roto al retrato.


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